viernes, 9 de noviembre de 2012

El poeta de la cárcel


A veces  vivir apresuradamente se convierte en una ruleta rusa, en la cual cualquier día u hora puedes perder la cabeza. Tenía doces años cuando empecé a andar con seguridad, yo no entendía porque tanto cuidado y tanta cautela con las cosas que hacia mi padre. Esto era solo el comienzo de una larga  y lenta historia de amor y una vida tan cruda como ficticia.

Regresaba del colegio, en el cual pase toda mi vida, entre travesuras, picardías y enamoramientos masivos y relámpagos, típico de mi personalidad enamoradiza  e ilusa, pero excesivamente manipuladora. Lo único que escuche fue el freno seco del vehículo en el cual me transportaba .Fue ahí donde mi vida dio un giro inesperado con respecto al rencor, sentí un golpe en la luna hasta que se rompiera, en una dura y grande mano me cogió de la espalda y me arrastro hacia afuera. Solo escuchaba disparo e insultos, típico de esos ampones empedernidos por dinero.

Solo, amarrado de manos y pies, me encontraba  sentado en un baño de quien sabe dónde; Todo lo hacía en ese espacio del terror, desde alimentarme hasta hacer mis necesidades. Fue ahí donde conocí  a David, un verdadero amigo que hasta ahora lo considero como un hermano, a pesar de que él ya esté muerto desde hace dos años por ajuste de cuentas. Él era una persona de muy baja estatura, de piel morena, delgada y pálida por las tantas noches de pasta básica y licor en la cual vivía sumergido. Tenía  una mirada hundida  y muy triste, al mirarlo a los ojos sentías que por sus manos pasaron más de una docena de muertos o como él lo llamaba, fríos. David era el único que me proporcionaba alimentos y cuidaba de mí, pues él durante su adolescencia fue sicario de mi padre, al cual el admiraba y respetaba mucho.

No recuerdo el día ni la hora, ni siquiera como me liberaron, por momentos vienen a mi mente vagos recuerdos oscuros que me atormentan hasta ahora. Lo único que supe por periódicos de la ciudad, era que la seguridad de mi padre mato a sangre fría a tres malhechores.

Después de ese episodio mi personalidad cambio, me volví un adolescente con mirada fuerte, rencor excesivo y con un carácter explosivo y putañero que hacía que todos me respetaran. Se fue la dulzura de un niño, la ternura típica de mi edad y desapareció el amor, ya ni me acordaba que significaba. Solo sabía que si alguien me hacía algo, la única respuesta llenarlo de pólvora en el pecho, luego abrir la barriga del cadáver, llenarlo de piedras y para terminar echarlo al rió, donde nunca más aparecía.

Aun tenia comunicación con David desde la cárcel, ya que él siempre me contaba lo que ocurría en toda la ciudad, desde ajustes de cuentas hasta pase de drogas, muy aparte  a mis 18 años traficaba armas entre delincuentes, para ese entonces ya era un sabio en ese negocio, pues comencé cuando tenía catorce. En mi casa era el típico hijito de papa ejemplo a seguir, en la calle era un forajido sediento de sangre y muerte por rencor y venganza no sé a qué. Lo único que sabía era que después de ser violado durante mi secuestro, todo malhechor  ligado a ese episodio o incluso su familia, tenía que pagar con sangre en la acera.

Me encontraba  solo en un bar típico de la ciudad, era un antro, con fotografías de desnudas y bancas de madera, acompañadas de una mesera que vendía su cuerpo por droga.En ese momento dos sujetos se quisieron pasar  de la raya al insultarme y botarme el vaso de cerveza en la cara, Definitivamente mi reacción no fue pacífico, Pues ahora escribo esta crónica desde un penal de máxima seguridad, pagando pena privativa de libertad por homicidio y tráfico de armas. Así paso mis días este universo de ratas , fumando  , escribiendo y pensando en que al salir volveré a ser el mismo hijo de puta con imaginación en los dedos, porque no soy un poeta, soy un preso encarcelado entre barrotes de pluma , que escribe sobre su cama que es una hoja en blanco, pagando así la condena  de escribir hasta que  duerma con la muerte, incluso después de esta.


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