domingo, 27 de mayo de 2012

El avispado verde


Con la frialdad de un mercenario salía por la puerta principal de mi casa, con mi cigarrillo en la mano que festejaba victoria por salir cautelosamente a ver y disfrutar de una noche tan fresca como mi personalidad.
En el cielo no había estrellas que pudieran ser testigos de mis fechorías. La brisa nocturna se mezclaba con el sudor de mi frente, esa que se arrugaba al escuchar algún ruido que pudiera cagar mi plan tan planeado y estudiado por algunos minutos. A paso ligero cual bailarina delicada, volaba sobre el suelo para alcanzar mi primer objetivo, la puerta.

Así vivía como un gato techero y chusco, saltando de casa en casa para llegar a mi prioridad. Ayer mientras regresaba de una corrida de toros nocturna, me disponía a entrar al circo, que coloquialmente suelo llamar condominio, irónico aun cuando tiene nombre de un santo y en el definitivamente no vive ningún ángel, mucho menos santos; cuando mi socio me advirtió que era riesgoso pues a las cuatro de la mañana todas las casas tenían ojos y una boca muy amplia.

Después de dos cigarrillos seguidos, Moisés abrió la autopista y pase por el medio, con la tranquilidad que sentía, subí a mi espeso cuarto para meditar y vomitar la borrachera de una noche que para ser sincero, me empalague con carcajadas. Entre almohadas  el sueño se perdía mientras escuchaba mis canciones de “secta”.

Por eso hice lo que siempre suelo hacer, leer y escribir para descargar mi alma. Pensándolo bien, si ya hice todo esto por un mes, día tras día, también lo haré un año.

No hay comentarios: