domingo, 2 de octubre de 2011

Tan dulces como el veneno

Nunca confíes cuando un poeta te susurra al oído y cuando un pintor te habla con voz seria mirándote a los ojos.

ESCRITOR: Cuando uno habla puede soltar muchas palabras, pero en este caso basta soltar tres bien fusionadas para que la mujer desmaye neuronalmente y solo mueva la cabeza de arriba hacia abajo; es como si escribiera tu cuerpo con su voz o como si firmaría con su lengua en tu espalda, una vez terminada la conversación de dos minutos te quedas pensando todo un día, porque siempre es bueno hablar con misterio.

Cuando tú preguntas, el silencio otorga el desenlace de una futura y buena conquista; las más astutas cuestionan y uno respondes con una pregunta que tiene infinitas respuestas. Nunca lo callas, si tratas de hacerlo es como si insultaras a tu espejo.

PINTOR:
Te observa y desviste con la mirada, dibujando en su oleo pensamiento partes de tu cuerpo que ni tú conoces, los gestos manuales al hablar mirándote a la vez te hipnotizan sin reacción a favor, relacionan tu cuerpo con frutas y sabores tropicales, haciendo que pienses en cosas que él quiere.

Te mira el trasero con arte y no con enfermedad, imagina tus senos perfectos así no lo sean; si dejas que te toque la mano, te tocara todo el cuerpo con delicadeza, al besarlo se imaginara que pinta el mejor cuadro momentáneo de su vida.



Las promesas de estos dos son polvo al viento y sonido de las olas cuando choca en una roca. Nunca confíes en ellos, que hacen de tu debilidad una virtud a su conveniencia, por eso piensan que las mujeres como si fueran pincel o pluma, tienen más pasión por lo que hacen que por lo que nacen, gozan de libertinaje y carecen de cariño humano porque ellos quieren, el día que tenga una hija mujer, jamás le desearía cruzarse con uno de estos ampones timadores del romance, la verdad y la pasión.

Son pocos pero están en todos sitios cuando te imaginas que no existen.

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